Hay
días que amanecen grises y extraños, una densa niebla invisible
flota en el ambiente encogiendo la silueta de los caminantes.
Pareciera que las sendas tan claras de ayer se hubieran desdibujado
hoy. Pareciera que una mano misteriosa cubriera los ojos del alma y
fuéramos dando tumbos, confundidos y perdidos inmersos en una marea
oscura. Hay días en los que la luz se ve opacada y un velo extraño
cubre los corazones de los seres de este planeta, haciendo que
algunos pierdan la razón y otros el alma.
En
esos mismos días grises y extraños, hay seres que van más allá
de la densa niebla, y con una chispa de amor y alegría, abren
grandes claros de azul en el cielo de nuestras vidas. Tienen el
don de amansar mareas caóticas y devolverles la templanza de las
aguas tranquilas. Son islas de luz en medio de un océano tempestuoso
que susurran dulces melodías a los corazones adormecidos y cansados de deambular de un lado a otro, sin otro horizonte que un mundo vacío .
Entretejen vestidos de conocimiento para aquellos que se desnudaron
de sus viejos ropajes y alimentan el espíritu de los que despertaron
del letargo. Son estrellas muy luminosas que sobresalen a la
oscuridad de la noche, emanando destellos de sabiduría. Construyen
puentes entre lo visible e invisible, rescatando a otras estrellas que
se perdieron en la noche de los tiempos, y extienden sus manos a quienes
estén dispuestos a transformar sus entrañas.