27 de octubre de 2016

Aritza (el roble)

Aritza

Una tarde, como tantas otras, nos reunimos hombres y mujeres en un espacio de intimidad para promover nuestro desarrollo personal y darnos nuevos recursos para construir nuestros propios sueños para una vida más plena. En ese espacio enriquecedor y  transformador cantamos  todos juntos a nuestra tierra “Udazken Koloretan” de Benito Lertxundi .  La letra de esta profunda y hermosa canción junto con su melodía llena de matices de otoño  me inspiró esta historia:
Mientras cantaba  con mis compañeros de viaje, con los ojos cerrados, profundamente absorbida por la maravillosa canción, un enorme roble se mostró ante mí. Era robusto. Una gran fortaleza emanaba de su interior  y en su corazón  latía  la vida como portadora de la sabiduría  ancestral de todo un pueblo y todos juntos, bajo la copa protectora de aquel  maravilloso roble unimos nuestros corazones.  De pronto, el árbol se iluminó de intensos y brillantes colores y a través de sus raíces envió luz al reino vegetal y desde sus ramas y hojas expandió destellos de amor a cada alma de este pueblo. Inmediatamente, sentí la profunda  mirada  del  roble y unas  palabras aparecieron    en mi mente: - “Deja que  te lleve allí donde las almas son felices, donde un mundo de amor y  compasión fluye a través de todas  las comunicaciones”. -  Al instante, me dejé ir como un soplo de aire que hace la travesía hacia un horizonte que acoge su latido, mi latido. De esta manera, llegué  al  bosque de una realidad muy distinta a la mía  donde algunos de sus habitantes me observaban  extrañados: - ¿Quién es? - Se preguntaron mirándose unos a otros. Mientras tanto, pude observar  que eran seres  más evolucionados  que nosotros y que vivían en armonía en pequeñas y sencillas comunidades donde los sonidos de la alegría y las risas viajaban a través del viento hasta llegar a mí.

El bosque era el  más bello que jamás había visto: cuevas, cascadas de agua cristalina, riachuelos, enormes árboles y muchos animales que comían tranquilamente sin asustarse.  Me quedé  extrañada al  ver a unos ciervos con sus crías sin que se inmutaran con mi presencia, así  como  preciosas ardillas que jugueteaban entre ellas, también, a lo lejos había, un águila de gran tamaño y aspecto fiero que nos observaba desde lo alto de un roquedo. De pronto sentí una vocecita: -¡Hola!,  ¿quién eres? no te había visto nunca por aquí…-  Al instante, giré la cabeza y no vi a nadie… excepto a  un cervatillo que se había acercado a mí. ¿Estás hablando conmigo? le pregunté -Sí,  claro- me respondió. -Soy una visitante feliz de conocer este bosque y sus habitantes- dije y el cervatillo meneo su cola mientras su madre le vigilaba a unos metros.En ese instante,  las ardillas también se acercaron y con sus voces cantarinas nos saludaron. Además, a nuestro lado se encontraba un gran pino que  con su profunda voz dijo: - ¡Hermoso día! - y los pajarillos respondieron al unísono: - ¡Si Pino,  hermoso día! - Después, miré a la majestuosa águila que seguía inmóvil en lo alto de un peñasco. Súbitamente, sentí su imponente presencia muy cerca de mí. Cerré los ojos y supe que podía ver el mundo desde lo alto.” ¡Abre los ojos y sé libre!” me dijo y mientras se disponía a levantar el vuelo, extendió sus enormes alas y de un brinco emprendió el vuelo  y pude ver a través de sus poderosos ojos más de lo que jamás había visto. Surcamos los cielos y volamos  sin ningún esfuerzo  y comprendí que para realizar un próspero vuelo hay que saber renovarse  y perseverar teniendo claro los objetivos.  A continuación, me despedí del águila con todo mi amor y les dije adiós a todos los seres allí reunidos con el fin de  proseguir mi camino por la orilla del arroyo.

El arroyo fluía tranquilo, sus aguas cristalinas lucían de vivos colores por el efecto de algunas plantas acuáticas siendo un auténtico regalo para los sentidos y junto con el sonido del agua, fue una experiencia mágica porque por unos instantes fui como el agua que viaja rio abajo, esquivando las piedras  del camino y teniendo paciencia con las aguas que quedaban dormidas en los recodos. Los recodos  se convirtieron en pequeños lagos que hacían las delicias de animales y humanos.  Asimismo, unas preciosas nutrias de cuerpos esbeltos  y  pelajes brillantes nadaban y buceaban felices. Poco a poco dejé la algarabía del pequeño lago y a medida que fluía sola por mi cauce,  las aguas de otros manantiales aparecieron, y todas juntas fuimos un gran y hermoso rio.  Fui feliz siendo agua y fluyendo por el rio pero era hora de partir y seguir mi camino.
Al cabo de un rato, sentí la llamada de Aritza (el roble) y sus palabras discurrieron por mi alma como suaves caricias aterciopeladas: -“Todos los seres del bosque hablan entre sí. Todos tienen voz y se entienden a la perfección. Es tiempo de recuperar esa voz, es tiempo de escuchar más allá de los latidos del corazón” -  Con estas palabras recibidas directamente en las entrañas,  Aritza (el roble),  se fue  dejando una estela de esperanza en pos de un mundo mejor.  Comprendí que cuando está presente el amor, también lo está la comunicación y que cuando la comunicación es difícil, es una señal de que el amor no está plenamente instaurada. Finalmente,  abrimos suavemente los ojos y pudimos sentir como  la energía del árbol había impregnado el alma de cada uno de los asistentes, con el sutil perfume de una nueva vida llena de magia y presente.

Mai