Me regalaste un vestido del color del
cielo, luminoso y brillante para pasearme por los países secretos, más allá del
alma. De tu mano me llevaste, alegre y serena, por magníficos lugares donde no existían las sombras. El sol lo
inundaba todo y la naturaleza era una explosión de exuberancia. Flores de mil
colores y tamaños, adornaban mis ojos y
perfumaban mis sentidos, mis oídos fueron acariciados por la suave brisa que
acunaba los frondosos y
radiantes árboles. Los ríos y las cascadas eran de agua pura y cristalina,
su sonido era una hermosa melodía que me
conectaba con el fluir de la vida. Me llevaste por lejanos y extraños países de
inimaginable belleza y aunque mi mente no entendió nada de lo que se me mostraba,
supe que todo es conciencia y no hay fronteras. Un mágico viaje para descubrir que tanta belleza que mi mente casi no podía procesarla, estaba
dentro de mí, que siempre lo estuvo y
siempre lo estará. Tantos parajes por contemplar, tanta belleza por sentir, tantos lugares escondidos en nuestra alma que esperan a que quitemos
las telarañas del olvido y nos atrevamos a experimentar que somos eternos.
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