Una tarde, como tantas otras, nos reunimos hombres y mujeres en un
espacio de intimidad para promover nuestro desarrollo personal y darnos nuevos
recursos para construir nuestros propios sueños para una vida más plena. En ese
espacio enriquecedor y transformador cantamos
todos juntos a nuestra tierra “Udazken
Koloretan” de Benito Lertxundi . La
letra de esta profunda y hermosa canción junto con su melodía llena de matices
de otoño me inspiró esta historia:
Mientras cantaba con mis
compañeros de viaje, con los ojos cerrados, profundamente absorbida por la
maravillosa canción, un enorme roble se mostró ante mí. Era robusto. Una gran
fortaleza emanaba de su interior y en su
corazón latía la vida como portadora de la sabiduría ancestral de todo un pueblo y todos juntos,
bajo la copa protectora de aquel
maravilloso roble unimos nuestros corazones. De pronto, el árbol se iluminó de intensos y brillantes
colores y a través de sus raíces envió luz al reino vegetal y desde sus ramas y
hojas expandió destellos de amor a cada alma de este pueblo. Inmediatamente, sentí
la profunda mirada del roble y unas palabras aparecieron en mi
mente: - “Deja que te lleve allí donde
las almas son felices, donde un mundo de amor y
compasión fluye a través de todas las comunicaciones”. - Al instante, me dejé ir como un soplo de aire
que hace la travesía hacia un horizonte que acoge su latido, mi latido. De esta
manera, llegué al bosque de una realidad muy distinta a la mía donde algunos de sus habitantes me observaban extrañados: - ¿Quién es? - Se preguntaron
mirándose unos a otros. Mientras tanto, pude observar que eran seres más evolucionados que nosotros y que vivían en armonía en
pequeñas y sencillas comunidades donde los sonidos de la alegría y las risas
viajaban a través del viento hasta llegar a mí.
El bosque era el más bello que jamás había visto: cuevas, cascadas de agua cristalina, riachuelos, enormes árboles y muchos animales que comían tranquilamente sin asustarse. Me quedé extrañada al ver a unos ciervos con sus crías sin que se inmutaran con mi presencia, así como preciosas ardillas que jugueteaban entre ellas, también, a lo lejos había, un águila de gran tamaño y aspecto fiero que nos observaba desde lo alto de un roquedo. De pronto sentí una vocecita: -¡Hola!, ¿quién eres? no te había visto nunca por aquí…- Al instante, giré la cabeza y no vi a nadie… excepto a un cervatillo que se había acercado a mí. ¿Estás hablando conmigo? le pregunté -Sí, claro- me respondió. -Soy una visitante feliz de conocer este bosque y sus habitantes- dije y el cervatillo meneo su cola mientras su madre le vigilaba a unos metros.En ese instante, las ardillas también se acercaron y con sus voces cantarinas nos saludaron. Además, a nuestro lado se encontraba un gran pino que con su profunda voz dijo: - ¡Hermoso día! - y los pajarillos respondieron al unísono: - ¡Si Pino, hermoso día! - Después, miré a la majestuosa águila que seguía inmóvil en lo alto de un peñasco. Súbitamente, sentí su imponente presencia muy cerca de mí. Cerré los ojos y supe que podía ver el mundo desde lo alto.” ¡Abre los ojos y sé libre!” me dijo y mientras se disponía a levantar el vuelo, extendió sus enormes alas y de un brinco emprendió el vuelo y pude ver a través de sus poderosos ojos más de lo que jamás había visto. Surcamos los cielos y volamos sin ningún esfuerzo y comprendí que para realizar un próspero vuelo hay que saber renovarse y perseverar teniendo claro los objetivos. A continuación, me despedí del águila con todo mi amor y les dije adiós a todos los seres allí reunidos con el fin de proseguir mi camino por la orilla del arroyo.
El arroyo fluía tranquilo, sus aguas cristalinas lucían de vivos colores
por el efecto de algunas plantas acuáticas siendo un auténtico regalo para los
sentidos y junto con el sonido del agua, fue una experiencia mágica porque por
unos instantes fui como el agua que viaja rio abajo, esquivando las
piedras del camino y teniendo paciencia
con las aguas que quedaban dormidas en los recodos. Los recodos se convirtieron en pequeños lagos que hacían
las delicias de animales y humanos. Asimismo, unas preciosas nutrias de cuerpos
esbeltos y pelajes brillantes nadaban y buceaban felices.
Poco a poco dejé la algarabía del pequeño lago y a medida que fluía sola por mi
cauce, las aguas de otros manantiales
aparecieron, y todas juntas fuimos un gran y hermoso rio. Fui feliz siendo agua y fluyendo por el rio
pero era hora de partir y seguir mi camino.
Al cabo
de un rato, sentí la llamada de Aritza (el roble) y sus palabras discurrieron
por mi alma como suaves caricias aterciopeladas: -“Todos los seres del bosque
hablan entre sí. Todos tienen voz y se entienden a la perfección. Es tiempo de
recuperar esa voz, es tiempo de escuchar más allá de los latidos del corazón” -
Con estas palabras recibidas directamente
en las entrañas, Aritza (el roble), se fue
dejando una estela de esperanza en pos de un mundo mejor. Comprendí que cuando está presente el amor, también
lo está la comunicación y que cuando la comunicación es difícil, es una señal
de que el amor no está plenamente instaurada. Finalmente, abrimos suavemente los ojos y pudimos sentir
como la energía del árbol había
impregnado el alma de cada uno de los asistentes, con el sutil perfume de una
nueva vida llena de magia y presente.
Mai