Me
encantan las mujeres hermosas que llevan una sonrisa por
bandera y luchan por abrir sendas, caminos y autopistas para las
demás. Las que apoyan y enseñan a otras sin miedo a sentirse
inferiores, sin miedo a que se les quite su lugar, pues saben
que el poder está en cada una de ellas. Me fascinan las mujeres que
después de vivir toda una vida de alegrías y de tristezas han
aprendido las lecciones de la vida y llevan cosido en su alma la
sabiduría que da la experiencia bien asimilada. Me fascinan las que
se levantan una y otra vez y vuelven a empezar de nuevo con los ojos
fijos en sus sueños. Me gustan las que pisan fuerte y saben lo que
quieren pero se acompañan de la ternura y la complicidad para ayudar
a otras compañeras necesitadas. Las que te tienden una mano y
tienen muchos ratos para escucharte y apoyarte. Son estrellas que van
alumbrando nuestras vidas. Y las que todavía son jóvenes pero con
un alma madura, muy inteligentes, comprometidas, llenas de un
potencial increíble, dispuestas a cambiar este mundo tan necesitado
de ellas. Y las que son silenciosas, casi siempre en la sombra pero
trabajadoras y contenedoras del resto. Estoy enamorada de estas
mujeres por que son hermosas y auténticas, llevan el corazón en la
mano y la sonrisa en los labios. Son despertadoras, intuitivas,
creativas y transformadoras. Son únicas y mágicas y su magia se
extiende como miles de estrellas en la galaxia.
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