Las vacaciones nos permiten respirar a un ritmo
más tranquilo y pausado que lo habitual y relaja las tensiones que se han
ido acumulando durante meses. Sin embargo, las estructuras mentales son las
mismas en enero que en agosto y los miedos que dominan nuestros horizontes internos
siguen impidiendo ver universos escondidos en el fondo de
nuestras almas. En algún momento de
nuestra trayectoria se nos olvidó
respirar la magia que rodea la naturaleza y dejamos de nutrirnos de ella. Se
nos olvidó mirar con los ojos del corazón la belleza oculta de los bosques, del
mar y de los cielos estrellados y nos volvimos ciegos a la sutileza que
alimenta nuestras entrañas. Se nos olvidó escuchar las risas de las flores, el
mensaje del agua o el de los animales, y nos volvimos sordos a percibir la vida
desde otro sitio que no fueran los oídos.
Aprovechemos
estos días y salgamos a la naturaleza con las percepciones bien abiertas a
descubrir universos que están ahí mismo esperándonos, tan solo hace falta estar atentos y dejarnos
sentir desde el corazón.
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