Cuento Zen
Érase una vez un maestro que se había levantado de muy buen humor. Sus
discípulos decidieron aprovechar el buen talante del maestro y le preguntaron
como lo había hecho para buscar a Dios.
El maestro les dijo - primero fui
conducido al País de la Acción donde permanecí un tiempo. A continuación llegó
el País de la Aflicción donde permanecí hasta que mi corazón quedó limpió de
todo desorden. Después me vi en el País del Amor donde las ardientes llamas
quemaron cuanto quedaba de egoísmo. Y así llegué al País del Silencio donde se
desvelaron ante mis asombrados ojos los misterios de la vida y la muerte. ¿y ésta
fue la última fase de tu búsqueda? No,
respondió el maestro, un día fui
llamado a visitar el santuario más escondido del templo y así llegué al País de
la Risa.
La risa es la mejor medicina, además
fortalece el sistema inmunitario y mejora la salud emocional
Lo esencial es invisible para los ojos (El principito)
Entonces
apareció el zorro:
—¡Buenos
días! —dijo el zorro.
—¡Buenos
días! —respondió cortésmente el principito que se volvió pero no vio nada.
—Estoy
aquí, bajo el manzano —dijo la voz.
—¿Quién
eres tú? —preguntó el principito—. ¡Qué bonito eres!
—Soy
un zorro —dijo el zorro.
—Ven
a jugar conmigo —le propuso el principito—, ¡estoy tan triste!
—No
puedo jugar contigo —dijo el zorro—, no estoy domesticado.
—¡Ah,
perdón! —dijo el principito.
Pero
después de una breve refl exión, añadió:
—¿Qué
significa "domesticar"?
—Tú
no eres de aquí —dijo el zorro— ¿qué buscas?
—Busco
a los hombres —le respondió el principito—. ¿Qué significa
"domesticar"?
—Los
hombres —dijo el zorro— tienen escopetas y cazan. ¡Es muy molesto! Pero también
crían gallinas. Es lo único que les interesa. ¿Tú buscas gallinas?
—No
—dijo el principito—. Busco amigos. ¿Qué significa "domesticar"?
—volvió a preguntar el principito.
—Es
una cosa ya olvidada —dijo el zorro—, significa "crear vínculos... "
—¿Crear
vínculos?
—Efectivamente,
verás —dijo el zorro—. Tú no eres para mí todavía más que un muchachito igual a
otros cien mil muchachitos y no te necesito para nada. Tampoco tú tienes
necesidad de mí y no soy para ti más que un zorro entre otros cien mil zorros
semejantes. Pero si tú me domesticas, entonces tendremos necesidad el uno del
otro. Tú serás para mí único en el mundo, yo seré para ti único en el mundo..
—Comienzo
a comprender —dijo el principito—. Hay una flor... creo que ella me ha domesticado...
—Es
posible —concedió el zorro—, en la Tierra se ven todo tipo de cosas.
—¡Oh,
no es en la Tierra! —exclamó el principito.
El
zorro pareció intrigado:
—¿En
otro planeta?
—Sí.
—¿Hay
cazadores en ese planeta?
—No.
—¡Qué
interesante! ¿Y gallinas?
—No.
—Nada
es perfecto —suspiró el zorro.
Y
después volviendo a su idea:
—Mi
vida es muy monótona. Cazo gallinas y los hombres me cazan a mí. Todas las
gallinas se parecen y todos los hombres son iguales; por consiguiente me aburro
un poco. Si tú me domesticas, mi vida estará llena de sol. Conoceré el rumor de
unos pasos diferentes a todos los demás. Los otros pasos me hacen esconder bajo
la tierra; los tuyos me llamarán fuera de la madriguera como una música. Y además,
¡mira! ¿Ves allá abajo los campos de trigo? Yo no como pan y por lo tanto el
trigo es para mí algo inútil. Los campos de trigo no me recuerdan nada y eso me
pone triste. ¡Pero tú tienes los cabellos dorados y será algo maravilloso
cuando me domestiques! El trigo, que es dorado también, será un recuerdo de ti.
Y amaré el ruido del viento en el trigo.
El
zorro se calló y miró un buen rato al principito:
—Por
favor... domestícame —le dijo.
—Bien
quisiera —le respondió el principito pero no tengo mucho tiempo. He de buscar
amigos y conocer muchas cosas.
—Sólo
se conocen bien las cosas que se domestican —dijo el zorro—. Los hombres ya no
tienen tiempo de conocer nada. Lo compran todo hecho en las tiendas. Y como no
hay tiendas donde vendan
amigos,
los hombres no tienen ya amigos. ¡Si quieres un amigo, domestícame!
—¿Qué
debo hacer? —preguntó el principito.
—Debes
tener mucha paciencia —respondió el zorro—. Te sentarás al principio un poco
lejos de
mí,
así, en el suelo; yo te miraré con el rabillo del ojo y tú no me dirás nada. El
lenguaje es fuente de
malos
entendidos. Pero cada día podrás sentarte un poco más cerca...
El
principito volvió al día siguiente.
—Hubiera
sido mejor —dijo el zorro— que vinieras a la misma hora. Si vienes, por
ejemplo, a las cuatro de la tarde; desde las tres yo empezaría a ser dichoso.
Cuanto más avance la hora, más feliz me sentiré. A las cuatro me sentiré
agitado e inquieto, descubriré así lo que vale la felicidad. Pero si tú vienes a
cualquier hora, nunca sabré cuándo preparar mi corazón... Los ritos son
necesarios.
—¿Qué
es un rito? —inquirió el principito.
—Es
también algo demasiado olvidado —dijo el zorro—. Es lo que hace que un día no
se parezca a otro día y que una hora sea diferente a otra. Entre los cazadores,
por ejemplo, hay un rito. Los jueves bailan con las muchachas del pueblo. Los
jueves entonces son días maravillosos en los que puedo ir de paseo hasta la
viña. Si los cazadores no bailaran en día fijo, todos los días se parecerían y
yo no tendría vacaciones.
De
esta manera el principito domesticó al zorro. Y cuando se fue acercando el día
de la partida:
—¡Ah!
—dijo el zorro—, lloraré.
—Tuya
es la culpa —le dijo el principito—, yo no quería hacerte daño, pero tú has
querido que te domestique...
—Ciertamente
—dijo el zorro.
—¡Y
vas a llorar!, —dijo él principito.
—¡Seguro!
—No
ganas nada.
—Gano
—dijo el zorro— he ganado a causa del color del trigo.
Y
luego añadió:
—Vete
a ver las rosas; comprenderás que la tuya es única en el mundo. Volverás a
decirme adiós y yo te regalaré un secreto.
El
principito se fue a ver las rosas a las que dijo:
—No
son nada, ni en nada se parecen a mi rosa. Nadie las ha domesticado ni ustedes
han domesticado a nadie. Son como el zorro era antes, que en nada se diferenciaba
de otros cien mil zorros.
Pero
yo le hice mi amigo y ahora es único en el mundo.
Las
rosas se sentían molestas oyendo al principito, que continuó diciéndoles:
—Son
muy bellas, pero están vacías y nadie daría la vida por ustedes. Cualquiera que
las vea podrá creer indudablemente que mí rosa es igual que cualquiera de ustedes.
Pero ella se sabe más importante que todas, porque yo la he regado, porque ha
sido a ella a la que abrigué con el fanal, porque yo le maté los gusanos (salvo
dos o tres que se hicieron mariposas ) y es a ella a la que yo he oído quejarse,
alabarse y algunas veces hasta callarse. Porque es mi rosa, en fin.Y volvió con
el zorro.
—Adiós
—le dijo.
—Adiós
—dijo el zorro—. He aquí mi secreto, que no puede ser más simple : sólo con el
corazón se puede ver bien; lo esencial es invisible para los ojos.
—Lo
esencial es invisible para los ojos —repitió el principito para acordarse.
—Lo
que hace más importante a tu rosa, es el tiempo que tú has perdido con ella.
—Es
el tiempo que yo he perdido con ella... —repitió el principito para recordarlo.
—Los
hombres han olvidado esta verdad —dijo el zorro—, pero tú no debes olvidarla.
Eres responsable para siempre de lo que has domesticado. Tú eres responsable de
tu rosa...
—Yo soy responsable de mi rosa... —repitió el
principito a fin de recordarlo.